La vida está llena de
obligaciones; trabajar, hacer el súper, ayudar con los deberes a los hijos,
hacer ejercicio, limpiar la casa y un largo etcétera. Y si hay algo que es
uña y mugre con muchas de esas las obligaciones, es el desamino.
Aceptémoslo hay un par de cosas que preferiríamos no hacer, sin embargo, aunque
no queramos… aunque no queramos… puedes adivinar de qué forma termina
esta frase, seguro que sí, aunque no queramos...TENEMOS QUE HACERLAS.
Tan solo imagínate diciendo: "TENGO que hacer la
comida", "TENGO que ir al banco", "TENGO que comprar ropa
nueva". Con el simple hecho de decir "TENGO" se le
agrega un gran peso y desagrado a toda la frase: Observa como algo
que es potencialmente positivo como comprar ropa nueva se convierte en
una carga cuando lo acompañamos de un enorme “TENGO QUE”.
Es de esperarse que esta palabra esté
impregnada de un aire desagradable, tan solo hay
que recordar de que forma la aprendimos: “tienes que ayudarle a tu padre”
“tienes que hacer la tarea” “te tienes que comer las verduras”. Digamos que
cuando éramos niños y nos decían “tienes que…” no nos sentíamos precisamente
muy motivados ni mucho menos libres. Pero los años pasan y cambiamos
la presión de nuestros padres y maestros, por una vocecita dentro de nuestra
cabeza que sigue fastidiándonos, haciéndonos sentir que aún no somos dueños de
nuestra vida.
Puede ser que algunas personas piensen “¡Pero yo no quiero ser
un desobligado, y por lo tanto debo obedecer a esa voz y hacer lo que TENGO que
hacer, me guste o no!” Y yo no podría estar más de acuerdo con que hay cosas
poco agradables, que son bastante importantes. Sin embargo, siempre podemos
estar mejor, y si te das cuenta que TENER muchas cosas que DEBES hacer te hace
sentir mal, siempre puedes hacer algo al respecto. Esto es como si vas a la
farmacia para comprar un jarabe para la tos, ¿Por qué comprar el jarabe que
sabe a rayos si hay un jarabe igual o más eficaz que sabe a dulce?
De nuevo Imagínate diciendo “Tengo que hacer la limpieza”
“Debo ir a comprar ropa“ “Tengo que trabajar”... Ahora imagínate diciendo
“QUIERO ir a limpiar” “QUIERO ir a comprar ropa” “QUIERO ir a trabajar”.
¿Puedes notar la diferencia? ¿Te das cuenta como cambiamos una obligación
en un deseo? Y hasta cierto punto es cierto, porque quieres vivir en una casa
limpia entonces realmente una parte de ti sí que quiere hacer la limpieza, y lo
mismo aplica con la mayoría de "Deberes".
¡Pero, es que yo no quiero limpiar la casa! ¿Porque debo decir
que si quiero? Puede ser la respuesta de algunas personas, y es válida, pero la
mayoría de las veces, con tan solo decir que queremos hacer algo es suficiente
para sentirnos mejor con respecto a esa cosa y esto puede ser razón suficiente
para decirlo. Por otro lado, si estás diciendo una mentira ¿Qué tiene de
malo? Hay que tener en cuenta que una mentira que se repite muchas veces se
convierte en verdad, y con el tiempo esa motivación por hacer las cosas
importantes de la vida se volverá bastante real.
Muchas de las veces esté cambio de palabras tiene efectos instantáneos,
aunque con el tiempo el cambio es más notable. Pero si te das cuenta que
ni con el tiempo hay cambios en tu motivación, habría que escuchar a tu
emoción, que tal vez te está diciendo que en verdad eso es algo que
no deberías estar haciendo, o que el problema realmente está en otro lugar.
¿Por qué no lo intentas? La próxima vez que “tengas” que hacer
algo, corrígete en tu mente y di “Quiero hacerlo” “Lo voy a hacer, pero no
porque tenga que hacerlo, ya que si no quiero no lo hago, ¡yo soy dueñ@ de mi
vida!, lo voy a hacer porque QUIERO hacerlo “. Tan solo analiza cómo te
sientes al cambiar el enfoque con que planteas la situación, y tal vez estés a
punto de realizar un cambio significativo en como vives tu vida.